El colegio “Gimnasio Tecnológico” de la ciudad de Bogotá, en

Bogotá, febrero de 2014 - Raúl De Palma
clases, luego de las vacaciones.
regresa a
El colegio “Gimnasio Tecnológico” de la ciudad de Bogotá, en
Colombia, es bastante lujoso, con instalaciones de primera calidad. Cuenta con dos canchas de fútbol, dos canchas de tenis, tres
de microfútbol, tres de baloncesto y una gran pista atlética.
La portería, de tres metros de alto, cemento sólido, amplia por
dentro, con ventanales a lo largo que durante el día se mantienen abiertos, está ubicada en la entrada del liceo. Con mucho espacio, el estacionamiento se ubica justo detrás del portal.
Grandes rejas de metal debes cruzar para tener acceso a este
parqueadero, que es bastante extenso, diseñado así para albergar los vehículos de los docentes, y de los padres cuando visitan las instalaciones.
Muchos estudiantes caminan por los pasillos del colegio, que una
vez mas, se llena de vida. Los pasadizos, espaciosos y prolongados. El suelo, grandes baldosas rojas, brillantes y relucientes. Las
paredes, blancas, sin una pequeña mancha en su haber. De dos
metros de alto, los casilleros de metal reposan a los costados del
corredor, se puede sentir el olor que emanan, recién pintados y
lustrados. Todos los alumnos se encuentran con sus amistades de
siempre, para relatar las aventuras de sus vacaciones.
Entre los escolares, los jóvenes más grandes practican el abuso
físico y mental con muchachos más pequeños.
Raúl, un chico tímido, estudioso, de estatura promedio, cabello
semicorto y oscuro, de piel blanca y ojos color marrón, es uno de
estos estudiantes que transita por el túnel, dirigiéndose directamente al salón. Algo asustado, pero con la cabeza en alto, sabe
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que otro año escolar empieza, y siente que grandes cosas vienen
en camino, además siendo su último año.
Al llegar al aula, grande, de tres metros de alto, pupitres color
azul cielo, pintados desde la base hasta el brazo retráctil, sonriente, ve a sus amigos, Camilo y David, que están conversando
y lo ven acercarse. Camilo es un muchacho obeso, bajo de estatura, y acne en el rostro. Piel blanca y pálida, cabello rubio, ojos
claros. David, bastante delgado, de piel blanca y ojos oscuros, con
el cabello abultado y crespo color castaño. Ellos le hacen señas
de camaradería a Raúl para que se una rápido. Se saludan efusivamente, deseosos de hablar, de alardear sobre las excitantes
vacaciones que tuvieron. Raúl es el primero en contar sobre su
experiencia en Islas Margaritas, en Venezuela, junto a su familia.
Les habla sobre la hermosa playa donde estuvo, y el despampanante hotel donde se alojó.
De manera cómica, sus amigos hacen referencia a su bronceado.
Camilo toma la palabra para hablar sobre sus vacaciones en Bucaramanga, donde su abuela. Las mujeres de allá son las más
bellas que ha visto, aclara, a lo que David interfiere discrepando,
considerando que las más lindas son las “paisas”, e inmediatamente toma las riendas del curso de la plática. Estuvo de vacaciones en Medellín con su familia y no podía dejar de mirar de lado
a lado a las hermosas damas de esa ciudad.
Ríen los tres con las anécdotas, especialmente con las del bromista David.
Abstraído, Raúl observa a Sofía Galvis, una compañera de clase,
sentada al final del salón, hablando con sus amigas. Una chica
hermosa, de cabello largo y oscuro, delgada y atlética, carismática, con labios finos y provocativos, deslumbrantes grandes ojos
claros. Raúl le comenta a sus amigos, que cada año que pasa, la
ve más bella y radiante.
Camilo y David se miran, una sola carcajada al unísono. Dicen al
mismo tiempo: Otra vez empezamos con lo mismo de cada año.
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Le replican que se olvide de eso, que ella está fuera de su alcance,
solo sale con atletas, y además es la novia de Carlos Duran, el
mejor futbolista del colegio y el más abusivo del curso. Un muchacho alto y musculoso, de piel trigueña, con ojos oscuros, de
cabello corto y marrón.
Suena la campana del colegio, se da inicio a las clases.
Todos los alumnos ingresan a los salones lentamente.
Al pasar por el lado de Raúl, Carlos y sus amigos lo tratan de
manera irrespetuosa, refiriéndose a él como “nerd”.
Raúl voltea su mirada a la última fila de pupitres. Celoso y decepcionado observa como Carlos en su naturaleza machista, besa
y palpa el cuerpo de Sofía, indicando que es el macho alfa, y que
tiene a la mejor hembra de la manada.
Ismael Contreras, tutor y profesor de Filosofía del curso, entra al
salón. Una persona fina y sabia de 1,75 m de alto, bien vestido.
Piel morena clara, cabello corto de color oscuro, siempre peinado
hacia atrás, apariencia elegante. Educado a la hora de hablar.
Saludando a todos y preguntando acerca de las vacaciones.
David es el primero en hablar, y con mucha confianza departe
sobre su asueto en Medellín. Deliciosas comidas, lindas mujeres.
Relata sus aventuras con mucho entusiasmo. Ostentando sobre
las supuestas mujeres que conoció, y deseaban tener una relación sentimental con él, pero no es hombre de una sola mujer.
Sus compañeros envuelven bolas de papel y se las lanzan, acompañadas de un alboroto.
Ismael pide orden en el salón, y pregunta si alguien más quiere
contar sus aventuras, de manera real y no ficticia, puntualiza, y
sentado desde su escritorio, grande, de madera y metal, de cuatro
gavetas, reluciente, sus ojos se enfocan en David, porque el eco
de la risa vuelve a resonar.
Esta vez es Carlos quien declama, despreciativo, habla de sus
dispendiosas vacaciones en Italia. Cada sitio visitado que nombra, lo asocia con el dinero gastado por su familia.
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–Ismael, sarcástico, dice: Carlos me parece muy bien que hayas
aprendido más de historia que del dinero, ¡sigue así!
Algunos se burlan, pero al ver el aspecto avergonzado e irascible
de Carlos, se detienen.
Ismael, contempla por un momento a Raúl, que pasa casi desapercibido.
Le pregunta sobre sus actividades, sobre los resultados, sobre si
viajó o se quedó en la ciudad.
Raúl, tímido, empieza a compartir la experiencia. Espectacular
era poco, de lo que quería decir con respecto a Islas Margaritas
en Venezuela, en lo tocante a el maravilloso hotel en donde se
hospedó, o referente a los tonos de naranja, rojo y amarillo que
tomaba el cielo en el crepúsculo, o acerca de cómo reflejaban estos colores en el mar, al suave sonido del viento.
Al oír las poéticas palabras de Raúl, todos se quedan en silencio,
sin saber reaccionar a tan hermosa explicación.
Pero una persona presente tiene incluido en su “ADN” una manera particular para tratar este tipo de situaciones.
–Carlos, rompe el silencio de la clase, diciendo: ¡Wow! ¡Eso sonó
muy gay!
El curso entero suelta una gran carcajada. Raúl baja su mirada,
avergonzado.
–Ismael, regaña a Carlos, y le pide a los demás que se callen, divisando a Raúl con una sonrisa, le dice: ¡Que hermoso debe ser
Islas Margaritas!
Inmediatamente solicita a todos, sacar sus libros de Filosofía para
empezar la clase.
El
día avanza rápidamente.
El bus escolar, grande, adaptado estéticamente, con el nombre
del colegio a los costados, de color amarillo, lleva a Raúl y su pequeña hermana, una niña de diez años, pequeña de cabello largo
y oscuro, de ojos color marrón, alegre y sonriente, hiperactiva, y
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a diferencia de Raúl bastante sociable, del colegio a la casa. Una
gran casa de dos pisos, techo de tejas color café, dos ventanas
grandes y un pequeño balcón en el segundo piso, tres ventanas
grandes y dos pequeñas en el primero. Rejas de metal pintadas
de café combinan con la fachada, un largo de trecho de baldosas
blancas llega hasta la puerta principal. Aquí parquean los dos
autos de la familia. Al lado de este extenso camino, se ubica un
jardín de césped corto y verde, con dos pequeños árboles en el
medio. Minúsculos arbustos decoran la entrada.
Por dentro, un blanco le da vida a las paredes, y algunos cuadros
de mediano tamaño lo habitan. Pequeños estantes de madera color oscuro sostienen flores y modernas lámparas. Un gran reloj
de dos metros reposa en una esquina. Una distinguida escalera
de madera comunica el primer con el segundo piso, mientras un
fino candelabro suspendido ilumina. Un corredor separa las cinco
habitaciones y tres baños de los huéspedes. Teresita, la empleada
de servicio, una mujer carismática y alegre, siempre haciendo bromas, muy dedicada a ser la “nana” de Raúl y Lucía, los recibe con
felicidad, utilizando palabras de consentimiento y abrazándolos,
preguntándole a Raúl acerca de su primer día en último grado.
–Raúl le contesta: No estuvo mal, pero creo que será un año duro.
Me toca estudiar duro para no perder ninguna materia. Imagínate donde pierda una materia y no me pueda graduar, mi papá
me ¡mata!
–Teresita en tono burlón, le dice: si no quieres una muerte prematura, ponte a estudiar duro entonces.
Al
caer la noche…
Javier, padre de Raúl, es un señor espigado, piel trigueña clara,
cabello y ojos color marrón, elegante, educado, de apariencia pulida, oriundo de la ciudad de Cartagena. Llega a casa, luego de
recoger a su esposa en el trabajo, para tener una tranquila conversación mientras cena con sus hijos.
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Su esposa, Sara Valdez, una mujer hermosa, de cabello rubio, ojos
claros, educada, amorosa, utiliza la comprensión como práctica
con sus hijos.
El mayor orgullo de Javier es su hijo, Raúl, este vive por los ojos
de él. Javier sube rápido a su cuarto, amplio, un televisor última
tecnología cuelga en la pared, una cama matrimonial de cobijas
blancas es la atracción principal decorada con pulcros almohadones, un tocador con sus respectivas gavetas donde Sara guarda
sus elementos de belleza, a cada lado de la cama una pequeña
mesa de noche de madera, y un baño interno de blancas baldosas, con su propia tina. Deja su maleta, e inmediatamente va al
cuarto de su hijo. Grande, de paredes blancas con posters de series cómicas de televisión como Los Simpsons, Futurama y Padre
de familia, al igual que los demás cuartos, en la pared, cuelga un
televisor de última tecnología pantalla plana, debajo de este, hay
instalado un pequeño estante de madera donde descansa su consola de Xbox 360, una cama doble con cobijas blancas es su estación de sueño. Lo encuentra leyendo un libro, lo que le genera
una gran sonrisa, puesto que lo que más desea Javier, es que su
hijo algún día siga sus pasos como abogado. Le pregunta acerca
de su primer día en 11 grado. Raúl solo alcanza a decir, “bien”
cuando es interrumpido por Teresita, quien hace sonar la campana, anuncio de la cena servida. Con mucha hambre, Javier propone continuar la conversación en la mesa.
Bajan a cenar, Lucía saluda a su padre efusivamente, utilizando
dulces palabras Javier retribuye.
Raúl saluda a su madre, menos efusivo, casi con pena mientras
su mamá lo abraza y le dice “corazón”.
Se sientan todos a comer. Javier le pide a su hijo continuar con la
última charla.
–Raúl le comenta: bien, en la primera clase, Ismael nos preguntó
sobre vacaciones, qué contar, cómo y dónde fueron, y sobre qué
tal la pasamos.
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De manera breve cuenta como estuvieron sus clases en el día.
Su padre como es de costumbre le aconseja para sobrellevar el
año escolar y no perder ninguna materia, así poder graduarse
sin problemas.
Le platica sobre la carrera que debe escoger cuando termine la
colegiatura e ingrese a la universidad, “Derecho”, que es una
profesión seria y de mucho prestigio, que debería cultivarse y
seguir sus pasos, quizás algún día sus nietos también seguir esta
tradición familiar.
Raúl, cabizbajo, aparentemente resignado, le responde, que quizás lo haga.
En ese momento entra Iván a la casa. Hermano de Javier, tío de
Raúl. Estatura promedia, robusto, piel trigueña clara, cabello
corto y oscuro, ojos color marrón. Vive allí, ayuda con algunos
gastos de la casa, pero su trabajo no le da ganancia suficiente
para tener su propio espacio en una zona de alto estrato, como le
gusta. Labora en un gimnasio de boxeo, en el centro de la ciudad,
creado hace muchos años por un cartagenero llamado Nelson
Martínez, boxeador en épocas de antaño y ahora entrenador.
Raúl y Lucía se levantan de la mesa y saludan efusivamente a
su tío. Ambos quieren mucho a Iván, especialmente su sobrino,
quien siente mucha admiración por él, debido al boxeo.
No se tarda en preguntarle como estuvo su día en el gimnasio,
entrenando a los boxeadores, interpelando como “loro” muchas
cosas. Sobre si había llegado un “peleador promesa”, o si alguno
de los púgiles ganó alguna pelea de torneo, entre otras cosas.
Iván, dichoso, replica que las cosas no van tan bien, pero que
confía en que mejoren.
Javier alega a sus hijos que le den un respiro a su tío, que le permitan sentarse a comer. Solicita a Teresita servir la cena de su
hermano.
Su tío desea saber cómo le fue en el colegio a Lucía. Ella le responde positivamente, contándole sobre como disfruta el día con
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sus amigas, que hay un nuevo y apuesto alumno que fue presentado hoy en su clase.
Iván –en tono humorístico, dice–: ¡bueno “carajo”!, como así que
apuesto. Usted está muy niña para estar viendo así a los niños,
para el único hombre que debes tener ojos es para tu tío, “carajita”.
Todos
ríen en la mesa.
–Lucía, sonriendo, le contesta: ¡Está bien tío!
–Iván, mira a Raúl, y lo consulta: ¿Y cómo te fue a ti campeón?
Me imagino que feliz porque te gradúas este año. Tienes que esforzarte mucho.
Raúl le cuenta con respecto a su felicidad por terminar el colegio,
pero que aún no sabe qué va a hacer después, no se ha decidido.
Javier, inmiscuyéndose, le manifiesta a Iván su deseo de ver a
su hijo estudiando derecho. Una extraña mirada se desata entre
Javier e Iván.
Su tío le recuerda a Raúl que “Derecho” es una buena carrera,
y que tan solo observara a su padre y el éxito que ha tenido. Sin
embargo, le menciona que también es importante hacer lo que a
uno le gusta, para lo que uno en realidad nació.
–Javier, mira fijamente a Iván, y luego dice: A veces no es suficiente hacer lo que uno quiere en la vida para triunfar, a veces
hay que estudiar algo que realmente te haga ganar dinero. Raúl
es muy inteligente, puede llegar a ser un gran abogado o médico.
Alguien útil para la sociedad.
Iván –con indignación y resignación en sus ojos, le contesta: –
bueno, yo solo digo que pienso que uno debería hacer lo que le
gusta, pero tú tienes razón. Quizás eso no sea suficiente.
Raúl mira a ambos, y se da cuenta de que algo extraño sucede en
torno a ellos, por la forma en que el tema fue tratado.
Sara cambia de asunto, y con una gran sonrisa les ofrece el postre. Los antoja revelando el “cheese cake” de fresa, a lo que Lucía
y Raúl no pueden resistirse. Javier rechaza la oferta, se levanta
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de la mesa, afirma estar cansado, y se va a la cama para dormir.
Raúl le pregunta a su tío con respecto a lo sucedido, porque ve a
su padre afectado. Iván le dice que no se preocupe, que su padre
estará bien. En silencio cada uno disfruta el manjar.
Al
día siguiente en el colegio.
Raúl se encuentra en clase de arte, conversando con su amigo
Camilo.
El salón es grande, alto, con muchos caballetes distribuidos en
el espacio, el suelo de baldosas rojas y paredes blancas, un pequeño mesón enfrente de la clase donde se sienta la maestra y
expone las obras que van a ser usadas como aprendizaje por los
estudiantes.
Pintan un bodegón que la maestra montó en el medio del salón
para utilizar como referencia.
Sofía, el amor platónico de Raúl, siempre estuvo en la clase de
actuación como materia electiva, pero este último año decide inscribirse en la clase de arte.
Cuando Raúl la ve entrar por la puerta del aula, se petrifica y
queda embobado, sin entender el porqué ella está allí, pero a
la vez feliz. Sofía se dirige hacia la profesora María, una mujer
de estatura pequeña, bastante delgada, de cabello corto y rojizo
(tinturado), ojos grandes color verde, excéntrica, conocedora del
tema, vistiendo su bata blanca.
Raúl no puede oír de qué hablan, sin embargo, está muy pendiente de la situación y por medio de señas, llama la atención de
su amigo para que divise a Sofía.
La profesora dirige su voz a los alumnos y les pide que se detengan por un momento, tiene una noticia que atribuir.
Profesora María, anuncia: Tenemos una nueva alumna que nos
va a acompañar este último año, denle la bienvenida a Sofía Galvis, de 11 grado. Espero la traten bien y la acojan como una compañera y amiga.
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Terminada la presentación, le pregunta, si trajo lienzo, pinceles,
pinturas y otros implementos.
Al recibir una positiva respuesta, María le pide que busque un
lugar vacío, que instale su equipo y empiece a trazar el bodegón.
Un alumno entra al salón, y le avisa a la profesora que hay una
reunión en el salón de profesores, de carácter urgente, por lo que
se excusa con la clase y demanda que sigan trabajando, al volver
al final de la clase, revisa los cometidos.
Sofía toma sus hojas y las acomoda en un “caballete”, que está
desocupado.
Ella, inexperta, comienza a pintar.
Raúl no le quita los ojos de encima, siente que puede ayudarle en
algún momento en algo que ella necesite, y así poder acercársele.
Camilo le comenta a Raúl, que corre un rumor sobre una fiesta
de bienvenida en la casa de una de las chicas del curso, pero que
debían ser invitados por ella.
Raúl, lo mira, y le dice: Entonces no hay fiesta. Sea quien sea,
seguro es una de las muchachas que se la pasan con los deportistas, son las que andan de fiesta en fiesta, y solo invitan esa clase
de chicos, o sea que nosotros no tenemos oportunidad por ese
lado.
–Camilo, en tono cómico, dice: Los inteligentes deberíamos ser
los más “cool” del colegio, no entiendo por qué los brutos musculosos siempre son los que mejores cosas tienen. Solo enumeremos, los deportistas tienen a las mejores mujeres, los papás les
dejan manejar unas “naves”, les quitan la plata y son abusivos
con los “nerds”. Es mas, pongamos un ejemplo claro, Carlos tiene
de novia a la mujer más ardiente del colegio, Sofía, y tú que eres
inteligente y consigues excelentes notas, no puedes conseguir ni
una mirada de ella. Tú no es que seas feo, pero definitivamente
no eres un deportista.
Raúl sigue mirando a Sofía, tratando de no prestarle atención a
los comentarios de su amigo, pero no puede contener la risa.
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En ese momento. Raúl le dice a Camilo, que le va a probar que
se equivoca, y que se le puede acercar a esa chica. Pues lleva un
buen rato detallándola, y se dio cuenta que es inexperta y necesita ayuda, algunos consejos para pintar, y esa sería su excusa para
poder hablarle.
–Camilo, voltea a mirar a Sofía durante dos segundos, luego regresa su vista de nuevo a Raúl, y le dice: Estás loco. ¿Acaso quieres que te abofetee enfrente de todos?, o peor aún, ¿qué le diga a
su novio que la estuviste molestando?
–Raúl: No seas tan paranoico, no te preocupes, que ella no lo
hará. Al menos eso creo.
–Camilo: ¿Que no me preocupe? Tú sabes cómo son esas mujeres
que se juntan con los deportistas, además no solo te van a patear
el trasero a ti, sino también a tus amigos, ¿O sea, tan mal amigo
eres que nos vas a arriesgar por una mujer?
–Raúl –risueño–, le contesta: Deja la exageración, te estás volviendo maniaco, ¿sabías?
Se levanta y camina lentamente hacia Sofía. Camilo sorprendido,
se queda observando fijamente la circunstancia. Raúl, acercándose más, ve el momento en cámara lenta, justo como en las películas. Su corazón late cada vez más rápido, y en su cabeza trata
de mentalizarse, pensando que ella es solo una persona, y que si
no se arriesga a hablarle ahora, quizás nunca lo haga.
En su cerebro una canción romántica resuena, mientras la ve a
ella en el medio de un marco de humo, y a la vez tan nítida.
Se encuentra frente a ella.
–Raúl: Hola, ¿cómo estás? Disculpa que me entrometa, es que
parece que necesitas ayuda.
–Sofía, suspicazmente lo mira, y dice: ¿Por qué? ¿Acaso pinto tan
mal?
–Raúl, nervioso, sabe que “metió la pata” y contesta: ¡No! ¡No!
Para nada, es solo que como eres nueva quizás quieras un poco
de ayuda, y pues la profesora María no está.
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–Sofía reticentemente, sin saber las intenciones de este muchacho, responde: Bueno, está bien, sería bueno que me dieran algunos consejos para mejorar mis habilidades.
Ella, permisible, acepta la ayuda. Raúl, entusiasmado, hala una
butaca que se haya al final del salón, para sentarse al lado de
su amor platónico y explicarle. Camilo, observando la situación,
pasmado, de pie, con un pincel en una mano y una paleta en la
otra. De forma cómica, sorprendido, deja caer la brocha, mientras
Raúl voltea a verlo, haciendo gestos de picardía.
La aconseja sobre manejo de pincel, acerca de cómo presionar
sobre las hojas de trabajo, utilizar los colores, entre otras cosas.
El tiempo en la clase va pasando, y con cada minuto que transcurre, Sofía, siente que aprende más.
Sofía: ¡Wow!, yo creo que ni con la profesora habría aprendido
tanto en un día como contigo, ¡Gracias!
Termina el agradecimiento con un ligero abrazo. Raúl, asombrado,
lo responde con desasosiego, pero a la vez siente bonanza, su corazón se acelera, y una gran sonrisa se marca en su aspecto. Camilo,
una vez más estupefacto con lo que sucede, y mirando desde su
puesto, pasmado, de pie, pero esta vez deja caer la paleta.
Se separan luego del estrujón, y Sofía le pregunta acerca de cómo
sabe tanto sobre pintar, interesada en saber si la profesora María
tiene algo que ver en tal talento. Raúl le explica el porqué es tan
bueno en esta labor. Le dice que siempre le gustó dibujar, desde
el primer día de colegio está en clase de pintura porque es una
actividad que lo relaja, una ocupación donde él puede dejar volar
libre su imaginación.
Sofía, le presta mucha atención, sin quitarle los ojos de encima,
escuchando cada palabra que dice, con admiración.
Raúl explica como en séptimo grado, la profesora le sugirió pintar en lienzo, porque ya era muy avanzado para seguir trabajando con hojas. Y así los demás muchachos mayores y menores que
él se ponían celosos por las obras que creaba.
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