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Praxis Freudiana
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El acting y el dispositivo analítico
Amelia Haydée Imbriano
El dispositivo analítico puede dar cabida a distintas vicisitudes en tanto el analista no retroceda
de su posición. El deseo del analista permitirá producir un lugar que albergue las mismas en
tanto espacio donde se desplegará la articulación de una determinada relación al Otro. Desde
esta hipótesis se puede plantear “lo que no se sabe” en el dispositivo y producir un ámbito para
que se ponga en trabajo.
En un psicoanálisis de lo que se trata es siempre, en el uno por uno, de volver a inventar el
psicoanálisis. Si bien el dispositivo analítico demanda lo simbólico, nos proponemos relanzar la
cuestión de que no necesariamente rechaza la acción, sino que al sostener su alojamiento
podrá producir como efecto una puesta en tratamiento del sujeto en tanto que tachado, en el
sentido de la puesta en trabajo de su escisión fundamental.
Considerando la clínica psicoanalítica como la clínica de lo imposible de decir, nos surge la
pregunta al respecto del lugar del acting entre aquello que, en una cura, cesa de no decirsecontingencia- y lo que permanece imposible de decir.
El acting plantea la cuestión de la producción de un giro entre una verdad que se dice sin sujeto
y un sujeto que se diga como inconsciente.
La consistencia de la dirección de la cura es hacer aplicar al sujeto la regla fundamental. Esta
implica la coerción que resulta de ponerse a decir de modo tal que pueda decir lo inconsciente.
Como tal, efectuación de la ética del Psicoanálisis.
Al respecto del trabajo de una paciente en entrevistas realizaré un recorte a propósito de
enmarcar la lógica del acting como punto de articulación y viraje de la relación al Otro. La
intención es poner en relieve el lugar que ocasionalmente puede ocupar el acting como
propiciatorio al trabajo analítico.
Puntuaré el trabajo de estas entrevistas bajo 3 tiempos lógicos.
I.- Pedido de consulta:
La paciente inicia su consulta dando cuenta con su queja de un malestar que define
como “estar enterrada en vida” al cual está acomodada a través de la aplicación de un
esquema lógico suficientemente consistente. Durante un tiempo la mayor parte de las
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entrevistas trabaja al respecto de formulaciones que se presentaban bajo la forma de
teoremas que logran desarrollos muy compactos respecto de su historia, planteados
desde su información psicoanalítica, y en donde cada nueva situación viene a funcionar
como la perfecta ocasión de una demostración y verificación. Todos ellos convergen en
uno básico que sostiene a la muerte como significante amo. Esto ocupa el lugar de una
verdad que se le antepone a cualquier interrogación respecto de su ser sexuado. Su
hipótesis central se basaba en la consideración de que ella “estaba aferrada a las
palabras de su padre que había muerto”, haciendo alusión a que esa adhesión era
“producto de su culpa por haberse quedado dormida mientras el padre en su agonía
muere”. Las palabras del padre tienen el peso de un imperativo: “seguí mi camino,
salvá la empresa, protegé la familia”. Palabras que encuentran soporte en dos dichos
que organizan una construcción mítica sobre su origen: “arréglatelas con tu padre, si te
tuve fue porque él no quiso el aborto” (madre), “Me quedé por vos, valés por varios
machos” (padre), y que encuentran síntesis en su presentación; “soy un tipo personaje
H.D.P.”
II.- Del acting a la angustia
Progresivamente, lo cual no significa rápidamente, su discurso la fue sorprendiendo por
la producción de algunas inexactitudes en la correlación de las ecuaciones de sus
teoremas, frente a lo cual exige insistentemente explicaciones que la analista no
otorga.
Después de una entrevista en la cual abundaban comentarios sobre “la enfermedad de
la madre” que llegan a lo nauseabundo, la analista decide abruptamente cortar la
entrevista, para acotar la obscenidad. Ella dice a modo de refutación: “Ud. siempre
tiene el mismo tono”. En ese marco se producen una serie de actuaciones, armados de
escenas, efectos de demostración de sufrimiento y de provocación al analista,
acompañados con un ánimo de exaltación y grave enojo.
Recortamos la siguiente secuencia:
1.- “Qué barbaridad!, Anoche cuando llegué a casa toqué bocina para que abran la
puerta del garage pero no esperé y me llevé el portón por delante. Ud. dirá, cómo me
explica esto, yo no sé lo que hice, qué me dice?;
2.- “Estaba hablando por teléfono, me enoje y lo tiré, yo no sé qué me pasa, ¿me
puede explicar de qué se trata?, Ud. es la psicoanalista, ¿para qué le pago?”;
3.- “Yo siempre elijo secretarias que vistan bien y entonces las encargo de mi ropa
porque yo no tengo tiempo. Le pedí a una que me comprara una blusa igual a la suya y
me trajo una en un `tonito´ diferente, no quiso entender que era un poco diferente, le
pegué una bofetada, después no supe qué hacer y resolví su traslado a otra empresa
con una buena indemnización, ¿me estoy volviendo loca o histérica?. Ud. debe
explicarme!, no me puedo bancar estas cosas!”. Con este estilo la provocación llega a
su punto máximo donde la escena avanza hasta el insulto a la analista: “Ud. es un
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H.D.P”, frente a lo cual se decide tomar la actuación en la transfenrencia, con el corte
de la entrevista, diciendo “yo soy A.I.”.
La letra muda, el llamado, un efecto: Se trata de un llamado telefónico:
“ Qué horror, salí pensando que Ud. tiene letra muda, no puedo pensar, estoy
enterrada en mi casa, es un cementerio, está lleno de objetos de arte, de monumentos
que yo compré pero yo no sé, es como si no los conociera”. Se le indica que concurra a
una entrevista. Hace referencia de su angustia al respecto de notar que en las iniciales
de la analista hay una letra muda: H. Luego surgen comentarios aparentemente
deshilvanados: “lo que mi novio me pide y no me hace falta”, “mi amante me dijo `pedís
poco´”, “quizás mi padre me engañó, a mí me pasa algo como mujer”.
III.- La emergencia de las formaciones del inconsciente:
Serán las preguntas y los enfáticos pedidos de explicación los que darán consistencia a
la apertura del tiempo de demanda. Las consideramos como apertura al inconsciente,
como una demanda al Otro saber, en tanto la producción del trabajo nos pone frente a
la evidencia de las formaciones del inconsciente que se manifiestan:
a. Hablando de temas filosóficos dice: “paráfora de la caverna”, lo cual es señalado;
ella replica: “No sé lo que digo, quise decir metáfora, no me di cuenta, yo ya no sé
hablar”;
b. “Yo paso las cuentas con el automático... no, qué dije, quiero decir que pago las
cuentas con el cajero... bueno, mejor no hablo más”;
c.
“Hoy me pasó algo, me mandé un viaje, me despedí, pensé que era Domingo y me
fui al vivero a buscar plantas, cuando lo vi cerrado me di cuenta que era Lunes y no
sé que pasó en cambio de ir a la oficina fui al vivero”;
d. “Soñé que estaba mirando la cabina de un avión en donde iban mi novio y mi
amante, volaban, piloteaban a mi novio”. Asocia con ello que el amante le comentó
que quiere hacer un curso de aviación, y dice: “Pero, entonces, yo no sé, quién
pilotea en el sueño?”
El acting como llamado al deseo
En la producción de esta paciente encontramos al acting como aquella vedad que
anómalamente habla, posibilitando la articulación de un viraje: de la posición del sujeto
destinado a transformar al Otro en consistente, a la emergencia del sujeto en su
indeterminación. En forma tragicómica darán cuenta de la caída de las aserciones del
sujeto, dejando un lugar para la intervención de enigma sobre el deseo. El acting toma
una dimensión significante, en tanto aquello que la sobrepasa y no tiene nombre; al
mismo tiempo, marcan el punto de imposible de aquello a lo que no se le puede dar
correlato significante. Allí donde los actings la sometieron a la dimensión de una cara
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de la imposibilidad, algo de la organización del deseo se anuncia. Permiten un primer
momento de desplazamiento de la queja inicial, sostenida por teoremas profesorales, a
la captación del sujeto de que está comprometido en “otra cosa” –“no me di cuenta/me
di cuenta”-.
Escuchar al sujeto, allí donde algo ha sido actuado, puede tener el valor de dar lugar a
lo que se va a construir como síntoma. En esta paciente ha producido un efecto de
encuentro, que no es poco, un efecto de sideración que es un índice para poner en
marcha las cosas. El alojamiento del acting en el dispositivo, toma su valor en su
enmarcación como un no saber algo que habita en ella y que la ubica del lado del
sujeto inconsciente. La paciente asumía esa solución del deseo que se denomina
erudicción. La
emergencia del acting precipita un cambio de la posición subjetiva.
La ética del dispositivo habilitará un espacio en donde el acting se aloje- en su fracasocausando como efecto la histerización del discurso. En este sentido, el acting puede ser
pensando como el despliegue del sujeto en su división, en forma salvaje. Ella no sabe lo
que pide, queda confrontada al desconocimiento en su forma radical. De aquí en más ese
saber es ante todo un saber que concierne al Otro y precisamente concierne a la separación
de él. Será el inicio de la posibilidad de que lo real en tanto imposible de decir, entre en
danza, sea puesto en trabajo, comenzando sus piruetas, operando un metabolismo que, en
una primer vueltereta, y en un primer tiempo de trabajo de entrevistas, va del acting a las
formaciones del inconsciente.
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