diksha - advaitavidya

ajñānatimirāndhasya jñānāñjana-śalākayā /
cakṣur unmīlitaṁ yena tasmai śrīgurave namaḥ //
Salutaciones a Śrī Guru, que con el colirio del conocimiento abre los
ojos del que está cegado por la oscuridad de la ignorancia.
Śrī Guru Gītā, 34
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El 15 de agosto de 1947 fue un día muy importante para Swami Muktananda.
Baba Muktananda era un sādhu, un renunciante, un swami que vivía en el centro de la
India, en el pueblo de Ganeshpuri en Maharashtra. Hacía dos años que estaba allí
atraído por Bhagavan Nityananda, a quien reconoció como su guru. Cada día lo visitaba,
estaba con él, escuchaba su enseñanza y, sobre todo, escuchaba su silencio. Nityananda
hablaba poco, a veces si hablaba era de forma críptica y frecuentemente era difícil de
comprender el significado, excepto para aquel a quien le correspondiera entenderlo.
En la India tradicional cuando vas a ver a un mahātmā sabes cuándo llegas pero
no cuándo te marchas. Cuando visitas un mahātmā no dices de repente: “Adiós, ahora me
voy”. Normalmente estás allí hasta que él te dice: “Ya puedes irte”, y esto puede pasar
cuando hace un minuto que has llegado o cuando hace varias horas. Así es como se vive
en el contexto tradicional. Cuando vas a tener el darśan de un mahātmā, vas con esta
apertura a un proceso, a una transmisión que puede tener lugar en aquel encuentro
particular.
El āśram de Bhagavan Nityananda, Kailash Ashram, era un āśram pequeño donde
vivían tres o cuatro devotos. Durante el día había miles de personas que lo visitaban,
recibían el darśan de Nityananda, se acercaban, le pedían bendiciones o le explicaban sus
problemas. Nityananda los ayudaba: desde la persona que quería lograr un samādhi
superior hasta la madre que tenía al hijo enfermo y quería que se le curase la infección
del brazo. Bhagavan Nityananda, sin ver diferenciación, ayudaba y daba su bendición a
todo tipo de personas con diferentes deseos y prioridades en la vida, todas ellas
plenamente respetables.
Aquel día por la tarde, cuando acabaron las visitas, Nityananda no le dijo a Baba
que se marchara. Él se quedó en la sala y sentía como Śrī Nityananda se movía en la
habitación contigua; Baba aprovechó para ponerse en padmāsana y meditar sintiendo la
proximidad de su guru. Continuaremos explicando esto más adelante.
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Este día se conoce como Divya dīkṣā. La palabra sánscrita divya quiere decir
‘divino’, ‘sagrado’; y dīkṣā significa ‘iniciación’, ‘transmisión’. Antes de acabar la
historia podemos profundizar un poco en la implicación de la palabra dīkṣā, en su
significado y la grandiosa importancia que tiene para todos en el camino de crecimiento
interior.
Los textos shivaítas dicen:
“sin dīkṣā no hay camino”.
Sin iniciación no hay camino. ¿Cómo debe ser esta iniciación?
Comentaremos diferentes aspectos y posibilidades de esta dīkṣā para entender
bien este hecho tan importante en la vida de todo aspirante. La palabra dīkṣā implica, en
primer lugar, que hay una persona con una intensa aspiración, es decir, un discípulo.
Hablamos de una persona que ha reconocido que su mente y su ego por ellos mismos no
solucionarán nunca su problema existencial; alguien que busca ayuda en algo mucho
más inmenso que él mismo. Sin esta cualificación la dīkṣā no es posible. Por lo tanto,
hace falta un discípulo y hace falta un camino. Nos iniciamos en algo, no en algo
abstracto, sino en un camino determinado. Este camino implica un maestro, un guru, y
éste no es una flor que sale sola en medio del hielo o la tierra, sino que un maestro es
alguien que pertenece a un linaje, una tradición, donde se transmite una enseñanza y se
otorga una gracia, una poderosa gracia que tiene el poder de despertarnos. Deben darse,
por lo tanto, estos tres factores: discípulo, maestro con un linaje y el camino.
La palabra dīkṣā tiene diferentes significados. Si miramos en un diccionario de
términos hindús encontramos: “Dīkṣā: iniciación. Tiene un lugar central en todas las
escuelas, en todos los caminos de la tradición yóguica”.
Según el Kularnava Tantra:
“es imposible llegar a la iluminación sin la iniciación”
La iniciación es un factor de gran relevancia, y así lo dicen muchas otras
escrituras. La enseñanza de Śiva dice que no hay liberación sin iniciación y que no
puede haber iniciación sin un preceptor, un ācārya, un guru que esté preparado para ser
el canal de esta iniciación. Aquí está la inmensa relevancia del paramparā, el linaje en el
que recibes la iniciación.
La gran importancia de la iniciación, dīkṣā, es que en su esencia es una
transmisión de prajñā (conocimiento) y de śakti (poder). De estos dos, prajñā y śakti,
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conocimiento y poder; del maestro al discípulo. A través de la iniciación el discípulo
comienza, de manera espontánea, a participar del estado espiritual de su maestro. Esta
es la esencia de lo que es la iniciación. A partir de este momento comienza un proceso de
transformación natural. Esta es la mahādīkṣā, la gran iniciación, la dīkṣā real que hace que
todo se dé casi sin esfuerzo; independientemente de que podamos hacer una serie de
prácticas. Esto no es nada comparado con la transmisión que se te ha dado y que
lentamente comienzas a despertar. Poco a poco despiertas al estado de conocimiento de
tu maestro, que asimismo había despertado al estado y el conocimiento de su maestro,
que en su momento había despertado al estado y el conocimiento de su maestro... y así
hasta llegar al origen del paramparā, el linaje, porque en el mismo origen de la creación
ya está el dharma y el conocimiento.
En la concepción tradicional el ser humano no proviene de los simios sino que
proviene de los dioses. En este kali yuga estamos cayendo hacia formas cada vez más
materiales y toscas de existencia, con menos consciencia de lo que somos. No estamos
‘progresando’ ni ‘evolucionando’ por más que nos lo digan en la televisión y en la
universidad, es un engaño. La visión tradicional nos dice: “recuperemos la potencialidad de
nuestra divinidad, de nuestro poder, de lo que Somos”. ¿Y qué somos? Somos la misma
esencia del cosmos. Somos la vibración de dicha que sostiene la manifestación, somos la
esencia de todos los seres, somos la Realidad absoluta. Y todo lo que no sea esto es un
engaño de nuestra mente, una limitación de nuestra mente, conceptos que nos limitan.
Apartamos todo concepto, ¿y qué queda? Esta pulsación libre, divina, dichosa y
consciente.
La dīkṣā es el momento sagrado en el que el discípulo está preparado y el maestro
nos puede inducir a este reconocimiento de nuestro propio Ser. Es necesario hablar aquí
también de entrega. Sin entrega no hay dīkṣā. La entrega no quiere decir ir a que alguien
me inicie para que mi ego acumule méritos, no. Me entrego para que la dīkṣā, con su
potencial transformador, se dé. El camino espiritual es un camino donde lo perdemos
todo, en el buen sentido, perdemos la ignorancia y las falsas limitaciones.
El Kulārṇava Tantra continúa:
“A través de la iniciación el discípulo, de forma misteriosa”- o yo diría
de forma maravillosa- “comienza a participar del estado de su maestro
y de la línea de transmisión”
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Es decir no solo de su maestro sino de su paramparā, su linaje. Por ejemplo: ¿por
qué en el advaita vedanta muchos discípulos del linaje de Adi Śaṅkara, el gran expositor
de la doctrina de la no dualidad, después de haber logrado el mismo estado, firmaban
sus obras como Adi Śaṅkara? ¿Por qué? Porque no veían diferenciación entre ellos y su
guru o parama-guru. Porque habían logrado lo que era su maestro, la experiencia natural
y completa del Advaita. Entonces firmaban como Adi Śaṅkara porque eran uno con su
maestro y el paramparā.
El linaje y la iniciación de guru a discípulo es una cadena de empoderamiento
espiritual que está más allá del tiempo y el espacio, es trascendente, una cadena que
existe desde el origen.
La palabra dīkṣā y su comprensión nos lleva al Atharva-veda. Los mismos vedas ya
hablan de la iniciación y hay una cita en el Atharva-veda que dice:
“la iniciación tiene lugar cuando el guru lleva al discípulo dentro de sí mismo
como una madre lleva al embrión de su hijo en ella misma”
El maestro acoge al discípulo y lo nutre, lo transforma durante todo el proceso de
la sādhana. Por esto lo que debemos hacer en el proceso de la sādhana es dejar, dejar y
dejar. Sencillamente ser capaces de seguir la enseñanza y hacernos uno con ella y con el
maestro. La cita védica concluye:
“Después de una ceremonia de varios días, el discípulo renace
impregnado de esta sabiduría del guru”
El tantra y el shivaísmo hablan detalladamente de śaktipāta, el descenso o
transmisión de la gracia. “Śakti” significa poder, ”pāta” es descenso, descenso de śakti.
Los tantras dicen:
śaktipāta eva dīkṣā
“śaktipāta es la única iniciación o la iniciación real”
Cuando tiene lugar este descenso de śakti se inicia un proceso de reconocimiento.
Se da un despertar de kuṇḍalinī, un despertar de la energía interior, y empezamos a
reencontrar lo que somos en potencialidad, en esencia. Este śaktipāta, según los textos del
tantra, se puede dar de diferentes maneras. Son diferentes tipos de dīkṣā:
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Una, sparśa dīkṣā, iniciación por el toque o contacto físico: el discípulo está delante
del maestro y puede que el maestro le presione en el entrecejo o pulse con la uña en este
punto, o le pone la mano en la cabeza o puede que le golpee la espalda en la base de la
columna. Esto es algo que Baba hacía y frecuentemente yo pensaba: “¿Cómo es que Baba
topa a veces contra mi espalda? No topaba sino que a veces aprovechaba y te daba un
golpe de talón cuando pasaba, ¿dónde? ¡En el mūlādhāra! Y tú notabas rápidamente que
algo había pasado. Esto es sparśa dīkṣā, la iniciación con el toque.
Dṛk dīkṣā, la iniciación mediante la mirada. Si leemos los libros de Ramana
Maharshi podemos encontrar este tipo de iniciación: el maestro mira fijamente a los ojos
del discípulo y se da una transmisión, un momento donde algo pasa. El discípulo
percibe que de repente entra en profunda meditación o percibe un cambio, un
brillo…alguna cosa a través de esta mirada. A veces Baba te miraba y podías ver un rayo
de luz que salía de sus ojos y venía directa a ti haciéndose una contigo. Esta es la
iniciación a través de la mirada.
Mantra dīkṣā es la iniciación mediante el mantra, una forma de iniciación muy
común. El mantra es un canal, un medio. El mantra ya es un poder por sí mismo pero, si
además, el mantra está dado por un guru que lo ha repetido, en quien el mantra ha dado
fruto y se ha hecho uno con él, y que a la vez fue recibido de su guru, este mantra se
denomina caitanya. Es un mantra consciente, tiene una śakti añadida. El maestro puede
dar el mantra de forma casual, por ejemplo en una charla puede decir: “Repitan el mantra
om namaḥ śivaya”, lo cual puede representar un mantra dīkṣā para todos los que estén allí
presentes. O puede darse a solas a una persona que se haya levantado de buena mañana
y, tapándole la cabeza con una tela, le repita: om namaḥ śivaya. ¡Es lo mismo! Depende
del maestro, depende de la tradición. Puede haber normas muy estrictas en la iniciación
en el mantra, o gurus que no siguen ninguna norma y la transmisión tiene lugar
igualmente.
El cuarto tipo de iniciación es mānasa dīkṣā, la iniciación por medio de la mente. El
maestro puede pensar en ti con el saṅkalpa (voluntad), de que se dé un despertar en ti,
mānasa dīkṣā. La hermana de una amiga que había vivido muchos años en India, fue a
Maharashtra para que un guru la iniciara en śaktipāt. Al llegar el maestro le dijo: “¿Por
qué has venido hasta aquí?”, a lo que ella contestó: “Para que me inicies”. El guru respondió:
“Pues regresa a tu casa, regresa ya”. Ella pensaba que se quedaría en el āśram un tiempo
pero como le pidió la iniciación el maestro le dijo: “Regresa a Barcelona y de aquí a una
semana a las cinco de la mañana hora española, que serán las nueve, hora India, estate preparada
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que recibirás la iniciación”. La chica quedó muy extrañada pero obedeció a su guru y
regresó. Una semana más tarde, en el día y la hora indicada, ella estaba preparada y
receptiva y recibió un fuerte impacto de śakti fruto del mānasa dīkṣā.
Todas estas dīkṣās, que los tantras comentan detalladamente a través del toque, de
la mirada, del mantra y de la mente, provienen siempre del contacto directo con el guru.
La dīkṣā se da cuando estás cerca de un mahātmā que quizás ni te toca, ni te mira, ni te da
el mantra y no sabes si ha pensado en ti, pero de repente alguna cosa cambia, sucede
algo y comienza un proceso de transformación. No se ha dado ninguna formalidad,
ningún momento a solas o “cuidado, mira cómo te transmite ahora”…nada de esto. De la
forma más natural comienza un proceso de cambio en tu interior donde cambian
actitudes, donde ves que las negatividades van desapareciendo. Una nueva luz crece en
ti, muchos conceptos y limitaciones desaparecen y vas reencontrando un gran tesoro en
ti mismo de forma independiente, de forma libre. Te haces más introvertido, tienes
ganas de hacer menos proyectos, menos cosas…estás más quieto, en ti mismo,
comienzas a disfrutar de la meditación y del silencio. En vez de ir al cine dices: “Me
quedo en casa y medito”. Todo esto puede llegarnos por la compañía del guru y esta
iniciación es casi invisible.
En el Kulārṇava tantra, hablando de la dīkṣā, se nos dice:
“El señor Śiva dice que no puede haber liberación (mokṣa) sin dīkṣā”…
La iniciación no puede tener lugar sin un guru que pertenezca a un linaje, un
paramparā. Y continúa:
“Sin un guru, toda la filosofía, todo el conocimiento tradicional,
todos los mantras, no sirven de nada”
Es decir que lo que hace que la sādhana fructifique es pertenecer a un paramparā.
Es como el adobo de la planta que permite que la planta crezca muy rápidamente.
Cuando existe este paramparā detrás nuestro hay una tremenda bendición que nos
transforma. El Kulārṇava tantra continúa:
“Los dioses alaban a aquel maestro que está activo y que ha recibido la enseñanza dentro
de una tradición que conoce los mantras, los agamas, las escrituras shivaítas y que es
conocedor de las doctrinas tradicionales. Este maestro, él mismo desapegado, después de
probar, de dar un tiempo y observar al discípulo, cuando siente que ha llegado el
momento, o cuando siente la llamada de la divinidad le debe decir la realidad última al
discípulo para darle autoridad”
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Para darle autoridad quiere decir para otorgarle el reconocimiento. ¿El
reconocimiento de qué? Reconocimiento de śivo’ham, “Yo soy Conciencia Absoluta”. El
maestro quiere que el discípulo viva esto plenamente, la autoridad plena para que vibre
en él este reconocimiento. Y continúa:
“Después de probar al discípulo de la forma prescrita, durante un tiempo
y cuando sea el momento adecuado, finalmente el guru inicia al discípulo”
Hay muchas iniciaciones, el guru nos puede iniciar en cómo hacer un ritual de
fuego (yajña) o nos puede iniciar en el mantra, en unos cantos o prácticas secretas, pero
en el fondo la auténtica iniciación, la más poderosa, es la iniciación en el conocimiento
(prajñā). La iniciación que te hace reconocer que no te falta nada, que tu esencia es
absolutamente completa, llena (purṇa). Y te da acceso a este espacio y a poder irte
estableciendo poco a poco en él. Esta es la gran iniciación. La iniciación real.
Volvamos al principio, 15 de agosto de 1947, Swami Muktananda está en
Ganeshpuri sentado, contento de que su guru, que cada tarde le decía “Muktananada ya
puedes marcharte”, ese día no se lo dice. Se hacen las nueve, las diez, las once, las doce, la
una, ¡las dos! Muktananda está feliz meditando allí cerca de su guru. Y comienza el
periodo de brahmā muhūrta, las horas más aquietadas del día entre las dos y las cuatro de
la noche; el momento más auspicioso, más aquietado para meditar. Nityananda se
acerca a Muktananda y lo toca, lo mira, le da un mantra y le pone un chal. Camina
delante de él, Muktananda está absorto. Nityananda que siempre iba descalzo, vuelve a
aproximarse con unas padukas, unas sandalias de madera en los pies, y acercándose
delante de él le dice: “Ten, son tuyas, póntelas”. Muktananda mira los pies de su guru
sobre estas sandalias y responde: “¿Cómo quieres que me las ponga? En todo caso las adoraré,
las tendré en mi pūjā, las veneraré, pero no me las puedo poner”. Nityananda responde:
“Tómalas, tómalas”. Entonces con un chal que le había dado, toma una, toma la otra de
los pies de Nityananda y con emoción se coloca las padukas en la cabeza como señal de
respeto.
Las padukas (sandalias de madera) simbolizan aquello que sostiene al guru, su
soporte, el conocimiento. Una simboliza Śiva, y la otra Śakti. Simbolizan el conocimiento
del guru y el poder de la tradición. Entonces Muktananda las toma, está absorto.
Nityananda continúa delante de él, continúa mirándole. Le trae flores, vuelve a marchar,
va a la cocina y le trae bhajies, unas verduras rebozadas. Entonces le dice: “Ahora
marcha”. Ya son las cuatro y media de la mañana, Muktananda ha estado meditando
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toda la noche. Por la mañana tuvo lugar esta gran iniciación. ¡Muktananda marcha
pleno, lleno de dicha, extático! ¡Qué momento más sagrado ha tenido con su maestro!. Y
qué fuego siente en su interior; tanto, que cuando ha caminado un par de kilómetros
hacia la cabaña donde vivía al lado del templo de Vajreshvari, al llegar a Gavdevi (lugar
donde años más tarde se creó el Gurudev Siddha Peet, el ashram de Baba) queda en un
estado extático en el que percibe que todo el universo es una masa de Conciencia, una
pulsación de la dicha. Y queda absorto en este estado.
Siguiendo las instrucciones de Nityananda, Muktananda alcanzó este estado y
gracias a aquel día pudo iniciar a muchos discípulos, que a su vez iniciaron y todavía
inician a muchos otros. Por esto la divya dīkṣā de Baba es un día muy sagrado para todos
nosotros.
Este relato no se acaba con la iniciación. Muktananda estaba lleno de dicha,
pensaba “¡qué suerte tengo de tener un guru como Bhagavan Nityananda y del proceso que está
teniendo lugar en mi!”. Dos o tres días más tarde Nityananda lo llamó y le dijo:
“Muktananda, vete. Márchate a Yeola, a Yeola, a la cabaña, a Yeola”. Muktananda había
vivido anteriormente a unos trescientos kilómetros de Ganeshpuri en una cabaña en
Suki donde hacía meditación. Cuando su guru le dijo “márchate a la cabaña a meditar” él
se fue con total confianza. Pasó ocho años en aquella cabaña realizando una práctica
estricta y una intensa meditación hasta que su maestro lo llamó otra vez y le dijo que su
camino había terminado, que ya no hacía falta torturar al cuerpo ni pasar tantas horas en
meditación. Que ya estaba, todo estaba concluido, había alcanzado la meta de la sādhana.
Era un jīvanmukta. Entonces le dijo que se instalara en Ganeshpuri y viviera allí cerca de
él.
Para todos nosotros, si estamos en el camino espiritual debemos observar: ¿cuál
ha sido el momento de mi dīkṣā? ¿En qué momento ha comenzado una transformación,
un cambio? Y si no ha tenido lugar, abrirme, mirar cuáles son mis resistencias para que
esto pueda acontecer. Primero, para que la dīkṣā tenga lugar, el discípulo debe ser
plenamente discípulo. Es como un enchufe, las dos partes deben estar en buen estado
para que se pueda enchufar correctamente y fluya la electricidad.
El discípulo debe seguir con la práctica y la contemplación prescritas por su guru.
Encontrando la actitud adecuada, intentando ir más allá de las resistencias hasta que sea
un recipiente preparado para la iniciación y comience la transformación espontánea.
Una vez se da, es cuestión de velar la śakti, de observarla, de observar el proceso y no
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hacer nada que lo bloquee, que lo impida, que lo limite o lo detenga. Simplemente debe
seguirse la enseñanza del maestro con confianza y perseverancia, no hay más. El camino
es muy sencillo, es la mente que nos lo hace muy complejo.
El mismo día que pasaba esto, el 15 de agosto de 1947, curiosa y simbólicamente,
la India consiguió la independencia de la corona de Inglaterra. Cuando estamos en la
India es la gran fiesta de la independencia, pero para nosotros también es un día
importante por esta gran iniciación que tuvo lugar. La dīkṣā es uno de los momentos más
sagrados en la relación guru – discípulo y un momento clave en el camino.
Acabamos con unos poemas de Swami Muktananda que muestran su amor y la
profundidad de su relación con su guru Bhagavan Nityananda. Muktananda dice:
“Muktananda, medita en tu guru, adora a tu guru, recuerda a tu guru,
contempla a tu guru. Esto te llevará al estado de Nityananda”
“El mundo siempre está cambiando, el mundo es un movimiento en la mente.
Oh Muktananda, deja que tu mente esté llena de Nityananda”
“Cuando amas al guru como amas el mundo, entonces el mundo se llena de Nityananda”.
Om pūrṇamadaḥ pūrṇamidaṁ
Pūrṇāt pūrṇamudacyate
Pūrṇasya pūrṇamādāya
Pūrṇamevāvaśiṣyate
Om śāntiḥ, śāntiḥ śāntiḥ
Sadgurunāth mahārāj kī jay!
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